La mujer y la sociedad

8/02/2023

Continuem amb la Setmana Republicana. Hui publiquem un extracte del primer llibre feminista de la història d’Espanya: La mujer y la sociedad. Breves consideraciones sobre la participación de la mujer en la sociedad, escrit en 1857 per Rosa Marina. Marina formava part de l’entorn de dones que pertanyien al grup socialista fourierista gadità. Les poques dades que tenim sobre la seua vida, i la seua vinculació pública constant amb Margaria Pérez de Celis i M. Josefa Zapata, han provocat la sospita de què es tracte d’un pseudònim amb el qual s’ocultaven alguna de les dos figures mencionades. La professora M. Dolores Ramírez sintetitza així el contingut del llibre:La Mujer y la sociedad. (Breves consideraciones sobre la participación de la mujer en la sociedad) planteja les causes de l’explotació de les dones (algunes de les quals eren completament noves si considerem la tradició existent de textos similars i propers en el temps) i la seua solució; la reivindicació del dret al treball i la participació activa de la dona en la societat en totes les seues manifestacions i esferes; la crítica al concepte burgés de matrimoni i la família i el, sempre tabú, problema de la prostitució. Trobem absents, en canvi, el sufragi femeni (tot i que el podem entendre de forma implícita) i el divorci, perquè, de la mateixa manera que en el projecte de societat harmònica, regida per les relacions basades en el principi d’atracció i la plena llibertad dels homes i les dones, no tenien cabuda els models tradicionals de família i matrimoni.[1] A l’extracte que segueix a continuació hem mantingut la grafia original del text.

I

EI título basta á revelar toda la gravedad de la cuestión, objeto de este escrito; cuestión trascendental, que se roza con todos los problemas planteados por el espíritu moderno, en el seno de la civilización.

Sin duda es una empresa muy superior á mis fuerzas, pero persuadida como estoy de tener á la razón de mi parte, confio en que ella suplirá mi falta de erudición y de elocuencia.

Séame licito ante todo protestar, de que por nada entra en mi ánimo para decidirme por la causa de la libertad y de los derechos femeninos que voy á defender, el hacer parte del sexo menospreciado, el trabajar en causa propia. De mi imparcialidad apelo al juicio de los hombres sensatos.

II

Las condiciones sociales, civiles y políticas de la mujer en la sociedad contemporánea, tí de otro modo, las costumbres y las leyes, son contrarias al buen sentido, á la justicia y á la razón, y causa de infinitos males de quedos hombres, y la sociedad en general, son responsables y víctimas á un mismo tiempo.

La libertad de la mujer, la sanción legal de su derecho á la instrucción y a entrar en todas las carreras, á ocupar todos los puestos á que la hagan acreedora sus cualidades, sus virtudes, su ciencia, deben ser y serán el complemento de la civilización, y la garantía mas eficaz del orden social, de la paz, de la armenia, de la equidad, de la dulzura de las leyes y de las costumbres y de la pureza del sentimiento religioso, tan estraviado de su verdadero camino en los tiempos que corren.

Hoy es un axioma filosófico la idea de que los adelantos de la civilización y de la cultura, están en relación de la libertad, la instrucción y los derechos concedidos á las mujeres.

El embrutecimiento y la abyección del sexo femenino producen á su vez, la abyección y el embrutecimiento del masculino. Cuando la mujer es esclava, el hombre no puede ser libre. Esto no necesita demostración; los hechos lo han confirmado siempre.

La igualdad del hombre y de la mujer ante Dios, es uno de los dogmas mas gloriosos del cristianismo y al cual deben, la mujer todas las consideraciones de que goza y la sociedad sus progresos.

Sin embargo, la gran mayoría de los filósofos, de los estadistas y políticos innovadores que han pretendido y que pretenden influir con sus ideas y sus actos en la acción progresiva de la sociedad, han dirigido casi esclusivamente sus esfuerzos á ilustrarla inteligencia del hombre, á emanciparlo de la opresión, ensanchando la esfera de su acción individual cuanto les ha sido posible; rara vez la mujer ha sido objeto de sus trabajos, ni de sus miras filosóficas o políticas; de aquí que la mitad del género humano, haya casi sin escepcion, permanecido agena al gran movimiento intelectual, filosófico y político de la civilizacion moderna, y que ni en sus ideas, ni en su suerte haya ejercido notable influencia la acción reformista de nuestro siglo.

Estos pretendidos sabios, estos revolucionarios que merecerian mucho mejor el título de retrógrados rutinarios, en lugar de reclamar lo que de justicia pertenece á la mujer, han declamado de un modo tan lastimoso como ridìculo contra sus legítimas aspiraciones, consagrando todos sus esfuerzos á persuadirlos de que su condicion en la sociedad es inmejorable.

Y si esto decimos de los que se llaman hombres despreocupados, espíritus fuertes, inteligencias llenas de aspiraciones elevadas ¿qué diremos de los hombres que, vuelta la cara al pasado, tienen horror á toda innovación, y consideran todavía como un peligro para ellas mismas y para la sociedad, la mas rudimentaria instrucción concedida á las mujeres?

III

La consecuencia de tamaños errores é injusticias respecto á la mujer, son verdaderamente deplorables, y es muy difícil revelar toda su gravedad. Las instituciones políticas y civiles, así como las costumbres, se resienten de este desnivel de desarrollo intelectual y de derechos, que distingue á las dos mitades de la especie humana.

Con esta preocupación, con este error de los filósofos y legisladores de menospreciar la conquista de la inteligencia femenina y de no dejar á la mujer tomar la posición social que pudiera legalmente adquirirse, ha coincidido el trabajo asiduo, tenebroso y tan diestro como incesante de los fanáticos en atraerla á su causa de retroceso y de ignorancia; desarrollando en su alma, en el sentido subersivo, anticristiano y antiliberal que á ellos les conviene, las pasiones ardientes, las aspiraciones elevadas, sublimes y entusiastas, cuyo precioso germen depositó en su seno la mano del Creador.

Los filósofos y legisladores, encierran á las mujeres en el hogar, las relegan al costurero y á la cocina; los esplotadores del fanatismo las arrancan de la monotonía material y estrecha de la vida doméstica, abriéndoles con las puertas del templo, la vida pública por una parte, y por otra un porvenir de éstasis, de emociones, de goces espirituales encarnados en las falsas creencias, monstruosos errores y estradas consejas que constituyen el inmenso arsenal de la superstición, con que las fanatiza y esplota, hasta hacer de ellas su mas firme apoyo, su mas sólida base.

La consideración á las preocupaciones de sus madres y esposas, el miedo á los disgustos domésticos, que les produciria el ponerse en lucha con sus supersticiones, ha detenido y aun detiene en su carrera política á muchos honrados patricios, á repúblicos eminentes a quienes no aterran los cañones, las persecuciones, ni la ruina; pero que retroceden ante la idea de causar la desgracia de las mujeres que aman, oponiéndose á ideas que han llegado á formar en ellas una segunda naturaleza; cediendo á su perniciosa influencia que los aparta, mal su grado, de la senda que les marca su patriotismo.

Por eso, á trueque de incurrir en repeticiones diré, que el desden con que filósofos, estadistas y legisladores han mirado en nuestro siglo la educación y los derechos de la mujer, es una de las causas que mas han influido, que mas directamente influyen todavia, en la prolongación de la lucha que vienen sosteniendo las ideas de libertad, de regeneración y de progreso social, contra las instituciones bárbaras, contra las preocupaciones y absurdas costumbres que nos legara el pasado.

Abandonando la mujer á sí misma, por una parte, y comprimiendo por otra su inteligencia y las manifestaciones de su legítima ambición, la han entregado en manos de los fanáticos, que la esplotan admirablemente con grandísimo daño de la religión, de su victima y de la sociedad. (…)

VII

La mujer, directa é indirectamente, contribuye á la producción de la riqueza, es poseedora como el hombre de toda clase de propiedades, y por lo tanto paga los impuestos y contribuye al sostenimiento de las cargas sociales.

La mujer, que no puede ser médico, ni abogado, ni ingeniero, ni académico, ni profesor de nobles artes, da su dinero para el sostenimiento de universidades, colegios, academias, escuelas é institutos, cuyos beneficios solo los hombres disfrutan directamente.

Los hombres, como vemos, se ilustran y se crean honrosas y lucrativas carreras á costa de la mujer.

¿Cuál puede ser la causa de tal injusticia? ¿Será la poca capacidad de la mujer, la inferioridad dé su inteligencia, la razón que determinaría al hombre á privarla de las ventajas sociales, cuyo monopolio se reserva? No podemos suponer que haya ninguna persona sensata capaz de creer tan ridícula paradoja.

Digan lo que quieran los que miden la inteligencia por la capacidad del cráneo, por el volúmen di la masa cerebral, de lo que deducen la inferioridad de la inteligencia femenil; los hechos y la historia, como hemos dicho antes, han demostrado, que si la mujer no cede al hombre en inteligencia al menos le iguala, y además le sobrepuja en sensibilidad y en imaginación, por lo tanto es preciso convenir en que ella es, cuando menos, tan apta y digna como él de ser libre, para aspirar y llegar á merecer todos los puestos, todos los cargos, todas las posiciones sociales que solo la mala fé y la barbarie la pudieron negar.


[1] M. Dolores Ramírez, “Rosa Marina, La mujer y la sociedad”, en Rosa Marina, La mujer y la sociedad, Edició anotada i postfacio de: M. Dolores Ramírez Almazán, Junta de Andalucía, 2017, p. 51.

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